¿Cómo debe ser un maridaje perfecto?
Comer, cenar o tapear con vino es algo natural, usual y en ocasiones un dilema el poder combinarlo.
El maridaje es esa unión íntima o armoniosa de dos cosas entre sí, como nos describe el diccionario de la RAE (Real Academia de la Lengua).
Seguro que a muchos de vosotros os encanta el vino para acompañar comidas y cenas, pero no sabéis cuál es el ideal según los platos que tengáis en la mesa.
Vale, sabes que el vino blanco se degusta generalmente cuando se come pescado y que el tinto es casi siempre para las carnes; pero no es algo tan simple. El mundo del maridaje es mucho más amplio de lo que imaginas.
¿Quieres ser un experto en maridaje? ¿Te apasiona el vino y quieres sacarle el máximo partido en tus comidas?
A continuación, te proporcionamos una serie de claves y principios básicos para tenerlos en cuenta a la hora de seleccionar un vino u otro, dependiendo del tipo de plato ante el que estés.
¿Qué vino elijo?
Además del blanco y el tinto, son muchas las opciones de vinos que existen para acompañar una u otra comida. Seco, semidulce, afrutado… Muchas son las variedades que puedes encontrar en una carta de vinos.
Para empezar, con los aperitivos y los bocaditos lo ideal son los vinos blancos secos, los rosados jóvenes o los vinos tipo Jerez, así como el champagne. Gracias a su combinación de burbujas, frescura y sabor, los convierten en la bebida adecuada para abrir apetito.
Para los amantes del arroz en todas sus versiones, ya sea en paella, risotto, al horno, etc., se recomiendan blancos con cuerpo, rosados ligeros y tintos equilibrados, refrescantes y un tanto afrutados.
Para los pescados y mariscos, lo más adecuado son los blancos secos como el Chardonnay, el Viognier, el Sauvignon Blanc o el Torrontés. Un tinto joven puede ser una opción atrevida, pero positiva a su vez. El equilibrio, la frescura y el moderado alcohol son elementos clave, aunque la opción de los renombrados bierzos de uva mencía son una ejemplo claro de como los tintos también ganan hasta en los postres, de ahí sus noventa y tantos puntos que lleva años dando Parker a sus caldos más renombrados.
En las carnes, tenemos que diferenciar la roja de la blanca. Si tienes ante ti un plato de carne blanca, son fundamentales los vinos blancos secos y dulces, y si la carne está muy condimentada, lo ideal es optar por vinos espumosos. Lo importante es que sean vinos ligeros.
Sin embargo para las carnes rojas, mucho más sabrosas y con una cantidad de hierro más elevada, los vinos cuanto más fuertes, mejor. Por ello, se aconsejan los vinos tintos con bastante cuerpo como maridaje, aqui es donde ganan la partida los Reservas y Grandes Reservas con años de maduración en barricas de Roble.
¿Cómo apreciar todo el sabor del vino en el paladar?
En primer lugar, debes comprobar el color y la claridad del vino. Lo más apropiado es mirar el vino con la luz del día. Sírvete un cuarto de vino e inclina un poco la copa y observa del color y la intensidad.
Primero huele el vino con la copa quieta y, posteriormente, gírala en círculos para diferenciar los olores y observar si forma lágrimas en la copa, esto indica que son ricos en glicerina y tienen un buen contenido alcohólico.
Una vez analizado esto, se degusta lentamente una pequeña cantidad de vino. Deja que fluya en tu boca su sabor exponiéndolo a todas tus papilas gustativas.
La parte más dulce la apreciarás en la punta de la lengua, mientras que sus sensaciones ácidas las notarás a los lados de la misma y las amargas en la parte posterior.
Recuerda que un buen vino, siempre deja un sabor agradable y duradero.
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